30 de mayo de 2010

¡¡¡¡GRAN MANIFESTACIÓN POR LA ABOLICIÓN EN SEVILLA!!!


4ª MANIFESTACIÓN SEVILLA ABOLICIONISTA
SEVILLA se prepara para la 4ª Manifestación por la Abolición de la tauromaquia. El próximo día 3 de Junio, a las 18:00 horas desde el Palacio de San Telmo. La gran manifestación de Andalucía ha llegado, NO PODEMOS FALTAR. Con tu presencia apoyarás a tod@s los que se pusieron en la piel del torturado en Madrid, con tu presencia, acabarás con las corridas sangrientas en Cataluña, con tu presencia demostrará que Andalucía rechaza de lleno la Humillación, Tortura y Muerte de toros en este dantesco espectáculo de sangre.
Distribuye el cartel por toda Sevilla, por toda Andalucía, pídenoslo y te lo enviamos en pdf. Difunde por todas partes.
Como en años anteriores... ¡¡¡SEVILLA DA LA TALLA!!!
¡¡¡ ANDALUCÍA DA LA TALLA!!!
¡¡¡ TÚ DAS LA TALLA!!!

10 de mayo de 2010

TAUROMAQUIA : LA TRADICIÓN NO PUEDE UTILIZARSE COMO JUSTIFICACIÓN DE UNA PRÁCTICA CRUEL.* EL TRIUNFO DE LA COMPASIÓN*

El triunfo de la compasión.
El mundo está lleno de salvajadas contra humanos y no humanos, pero este hecho lamentable no justifica la tauromaquia. La tradición tampoco puede utilizarse como justificación ética de una práctica cruel
JESÚS MOSTERÍN 09/05/2010

La compasión es la emoción desagradable que sentimos cuando nos ponemos imaginativamente en el lugar de otro que padece, y padecemos con él, lo compadecemos. Hemos empezado a entender el mecanismo de la compasión gracias a Giacomo Rizzolatti, descubridor de las neuronas espejo, que se disparan en nuestro cerebro tanto cuando hacemos o sentimos ciertas cosas como cuando vemos que otro las hace o siente. Las neuronas espejo de la ínsula se disparan y producen en nosotros una sensación penosa cuando vemos a otro sufriendo. Esta capacidad puede ejercitarse y afinarse o, al contrario, embotarse por falta de uso.

Los pensadores de la Ilustración, desde Adam Smith hasta Jeremy Bentham, pusieron la compasión en el centro de sus preocupaciones. David Hume pensaba que la compasión es la emoción moral fundamental (junto al amor por uno mismo). Charles Darwin consideraba la compasión la más noble de nuestras virtudes. Opuesto a la esclavitud y horrorizado por la crueldad de los fueguinos de la Patagonia con los extraños, introdujo su idea del círculo en expansión de la compasión para explicar el progreso moral de la humanidad. Los hombres más primitivos sólo se compadecían de sus amigos y parientes; luego este sentimiento se iría extendiendo a otros grupos, naciones, razas y especies. Darwin pensaba que el círculo de la compasión seguirá extendiéndose hasta que llegue a su lógica conclusión, es decir, hasta que abarque a todas las criaturas capaces de sufrir.

El pensamiento indio, y en especial el budismo y el jainismo, consideran que la ahimsa (la no-violencia, la no-crueldad, la compasión frente a todas las criaturas sensibles) es el principio central de la ética. En contraste con el silencio de la jerarquía católica, el Dalai Lama ha reclamado públicamente la abolición de las corridas de toros. Al rey Juan Carlos, ya desprestigiado por sus continuas cacerías, no se le ocurre otra cosa que salir ahora en defensa de la tauromaquia. Más le valdría identificarse con su antecesor ilustrado Carlos III, que prohibió las corridas de toros, que con el cutre y absolutista Fernando VII, que las promovió.

El conocimiento facilita la empatía. Como decía Francis Crick (el descubridor de la doble hélice), los únicos autores que dudan del dolor de los perros son los que no tienen perro. Muchos españoles no dudan del dolor de los perros ni de los toros. Cuando un degenerado cortó con una sierra eléctrica las patas de los perros de la perrera de Tarragona y los dejó desangrarse hasta la muerte, más de medio millón de españoles estamparon su firma en una petición al Congreso exigiendo la introducción del maltrato animal en el Código Penal. En Cataluña todas las encuestas indican una gran mayoría a favor de la abolición de la tauromaquia, solicitada al Parlamento catalán por más de 200.000 firmas. Yo conozco a varios firmantes de la petición; todos lo hicieron por compasión, ninguno por nacionalismo.

Los defensores de la tauromaquia siempre repiten los mismos argumentos a favor de la crueldad; si se tomaran en serio, justificarían también la tortura de los seres humanos. Ya sé que los toros no son lo mismo que los hombres, pero la corrección lógica de las argumentaciones depende exclusivamente de su forma, no de su contenido. En eso consiste el carácter formal de la lógica. Si aceptamos un argumento como correcto, tenemos que aceptar como igualmente correcto cualquier otro que tenga la misma forma lógica, aunque ambos traten de cosas muy diferentes. A la inversa, si rechazamos un argumento por incorrecto, también debemos rechazar cualquier otro con la misma forma. Incluso escritores insignes como Fernando Savater y Mario Vargas Llosa, en sus recientes apologías de la tauromaquia publicadas en este diario, no han logrado formular un solo argumento que se tenga en pie, pues aceptan y rechazan a la vez razonamientos con idéntica forma lógica por el mero hecho de que sus conclusiones se refieran en un caso a toros y en otro a seres humanos.

Ambos autores insisten en el argumento inválido de que también hay otros casos de crueldad con los animales, lo que justificaría la tauromaquia. Savater nos ofrece una larga lista de maltratos a los animales, remontándose nada menos que al sufrimiento infligido por Aníbal a sus elefantes cuando los hizo atravesar los Alpes. En efecto, debieron de sufrir mucho, pero no más que los soldados, la mayoría de los cuales no lograron sobrevivir a la aventura italiana del caudillo cartaginés. Si esto fuese una justificación del maltrato animal, también lo sería del maltrato humano y de la agresión militar. Vargas Llosa pone el ejemplo de la langosta arrojada viva al agua hirviente para dar más gusto a ciertos gourmets. Esto justificaría las corridas, pues también las langostas sufren. También es cruel la obtención del foie-gras de ganso torturado, pero por eso mismo el foie-gras ya ha sido prohibido en varios Estados de EE UU y en varios países de la UE. En cualquier caso, sabemos que los toros sienten dolor como nosotros, pues el sistema límbico y las partes del cerebro involucradas en el dolor son muy parecidos en todos los mamíferos. El neurólogo José Rodríguez Delgado hizo sus famosos experimentos para localizar los centros del placer y el dolor en el cerebro de toros y hombres y no encontró diferencias apreciables. Desde luego, el mundo está lleno de salvajadas y crueldades contra los animales humanos y no humanos, pero este hecho lamentable no justifica nada.

Se aduce que la tauromaquia forma parte de la tradición española, como si lo tradicional fuera una justificación ética, lo que obviamente no es. Todas las costumbres abominables, injustas o crueles son tradicionales allí donde se practican. Vargas Llosa siempre ha polemizado contra la corrupción y la dictadura en América Latina, pero ambas son desgraciadamente tradicionales en muchos de esos países. También ha puesto a Chile como ejemplo a seguir por los demás países sudamericanos. Pero Chile prohibió las corridas de toros hace ya dos siglos, el mismo día y por el mismo decreto que abolió la esclavitud.

Antes los caballos salían a la plaza de toros sin protección alguna y durante la suerte de varas casi siempre acababan destripados y con los intestinos por el suelo. Por otro lado, como los toros no querían combatir y huían, les introducían en el cuerpo banderillas de fuego (petardos que estallaban en su interior y desgarraban sus carnes), a ver si así, enloquecidos de dolor, se decidían a embestir. En 1928 al general Primo de Rivera se le ocurrió invitar a una elegante dama parisina, hermana de un ministro francés, a una corrida de toros en Aranjuez. Cuando la dama empezó a ver la sangre brotar a borbotones, los intestinos de los caballos caer a su lado y los petardos estallar dentro de los toros, casi le dio un patatús de tanta repugnancia e indignación como le produjo el espectáculo. El general, avergonzado, ordenó al día siguiente que se cambiase el reglamento taurino, suprimiendo los aspectos que más pudieran escandalizar a los extranjeros, a quienes se suponía una sensibilidad menos embotada que a los aficionados locales.

Los toros pertenecen a la misma especie que las vacas lecheras, aunque no hayan sido tan modificados por selección artificial. Son herbívoros y rumiantes, especialistas en la huida, no en el combate, aunque en la corrida se los obligue a defenderse a cornadas. Los taurinos dicen que la tauromaquia es la única manera de conservar los toros "bravos". Pero hay una solución mejor: transformar las dehesas en que se crían (a veces de gran valor ecológico) en reservas naturales. Algunos añaden que, puesto que no se ha maltratado a los toros con anterioridad, hay que torturarlos atrozmente antes de morir. ¿Aceptarían estos taurinos que a ellos se les aplicase el mismo razonamiento?

Los amigos de la libertad nunca hemos pretendido que no se pueda prohibir nada. Aunque pensamos que nadie debe inmiscuirse en las interacciones voluntarias entre adultos, admitimos y propugnamos la prohibición de cualquier tipo de tortura y de crueldad innecesaria. Si aquí y ahora hablamos de la tauromaquia, no es porque sea la única o la peor forma de crueldad, sino porque su abolición ya está sometida a debate legislativo en Cataluña. Si allí se consigue, el debate se trasladará al resto de España y a los otros países implicados. No sabemos cuándo acabará esta discusión, pero sí cómo acabará. A la larga, la crueldad es indefendible. Todos los buenos argumentos y todos los buenos sentimientos apuntan al triunfo de la compasión.

Jesús Mosterín es catedrático de Filosofía en la Universidad de Barcelona.

5 de mayo de 2010


EDUCAR EN LA CRUELDAD.

Parece paradójico cuando hoy en día existen tantas voces solicitando a los órganos de Gobierno la elaboración de leyes para la protección de los animales, y cuando una y otra vez se insiste en la necesaria reforma del Código Penal en materia de maltrato animal, que nos encontremos con iniciativas, que por ser tan incoherentes e incalificables, se diría que rayan en lo perverso.

Y una de ellas es llevar al plano educativo el apoyo a la fiesta de los toros.

Desde hace cinco años, con el visto bueno de la Delegación de Educación de Sevilla y la colaboración- suponemos económica- del Ayuntamiento, se está promocionando la asistencia a novilladas en la Maestranza como una actividad extraescolar de los centros de enseñanza para los alumnos mayores de catorce años.

Realmente este tipo de iniciativas dejan perplejo a más de uno y, como primera reacción para hallar una justificación a este despropósito, es preguntarnos si es que existe una necesidad en ciertos sectores por fomentar esta clase de espectáculos entre los jóvenes. Si la hay, es quizá porque los gustos de los jóvenes de hoy no van por esos derroteros. En ese caso, debido a la falta de demanda, se hace perentorio crearla.

Puede así deducirse que es necesario para los sectores implicados, generar más atención por parte de los jóvenes hacia este tipo de espectáculos, pues organizarlos en un futuro próximo podría dejar de ser rentable; por ello se ofrecen gratuitamente todas las entradas para esta nueva “actividad extraescolar”.

Ante esta clase de noticias, se diría que existe una tendencia inversa en la clase política en relación a lo que actualmente manifiesta y siente la sociedad en su conjunto.

Está claro que en lo que respecta a la consideración y al respeto por los animales, es obvio que aquí nos encontramos con una trivialización o banalización de la crueldad, pues a base de machacar por todos los medios con grandes frases y expresiones grandilocuentes, se va imponiendo por la vía de lo subliminal la idea de que las corridas de toros, las novilladas o las becerradas son espectáculos, que por habérseles otorgado un supuesto carácter cultural o artístico, pueden y deben formar parte de nuestro ocio sin ningún tipo de escrúpulo.

Pero he aquí que ahora nos encontramos con que se ha dado una vuelta más de tuerca: el siguiente estadio para conseguir la percepción que se pretende en los ciudadanos, es llevarlo al plano educativo. Es necesario crear la idea de que el gusto por el espectáculo de los toros es un valor en la formación de los más jóvenes y por tanto debe ser materia de los programas de enseñanza. De ahí su concepción como una actividad extraescolar más.

Parece inconcebible que desde instancias oficiales se facilite con tanta ligereza la promoción de espectáculos crueles donde corre la sangre y que están basados en la tortura de un animal hasta su muerte agónica. Son espectáculos que a la mayoría de españoles les repugnan por bárbaros y retrógrados, sin embargo ahora se incluyen directamente como una actividad más en los centros educativos, dirigidos a los alumnos de los institutos de enseñanza secundaria.

En lugar de pensar en incluir alguna vez el respeto a la naturaleza y a los animales en los planes de enseñanza; en lugar de legislar a favor de la protección animal, tenemos que contemplar cómo se promueven políticas que lo único que hacen es fomentar los instintos más bajos, como es regocijarse con la forma en que se da muerte a un noble animal.

La Delegación de Educación debería controlar más los programas de actividades extraescolares, así como el Ayuntamiento podría emplear mejor su tiempo y el dinero de todos en promover otro tipo de enseñanzas que eduquen de verdad, pues es una verdadera bajeza moral educar a nuestros jóvenes en la crueldad.

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