25 de febrero de 2010

DÍA DE ANDALUCÍA.

El próximo 28 de Febrero se va a celebrar el Día de Andalucía organizando de nuevo, una corrida de toros.

No hay excusas para no condenar este acto de barbarie en una Andalucía que ha olvidado e ignorado expresamente la obra de Blas Infante, nombrado por las Cortes españolas Padre de la Patria Andaluza y que con su vida y su obra demostró su gran amor por los animales. Su obra Cuentos de Animales demuestra su interés pedagógico y su famoso Decálogo, es un alegato para la defensa de los animales.

Los toros son los únicos animales a los que se puede maltratar legalmente en España.

La Ley de Protección a los Animales de Andalucía los excluye expresamente de su ámbito de aplicación.

En los últimos tiempos asistimos en Andalucía al resurgimiento y promoción de todo lo taurino promocionado desde el Gobierno. A partir de los años 90, en nuestra Comunidad se han creado 24 escuelas taurinas, donde menores ensayan la forma de matar a una res de corta edad estoqueándola a puerta cerrada, con lo que este último matíz supone en el grado de sufrimiento del animal.

Desde distintas instancias de poder se dan títulos de académicos y medallas de Bellas Artes a toreros, elevando a simples matarifes a la categoría de héroes de supuesta valentía.

La prensa escrita se ha convertido en un gran aliado para la defensa de estos intereses, así como los medios audiovisuales, pues Canal Sur TV y Radio, retransmiten, organizan y premian corridas por todo el territorio de la Comunidad. Y lo hacen en horario infantil, a pesar de las quejas presentadas por este motivo.

Llamándose solidarios los organizadores y dado su temor de que no se llenen las plazas, se promociona la entrada a estos espectáculos mediante abonos a bajo precio para niños y pensionistas. Todo ello se justifica con la idea de dar facilidades y para crear afición.

Pensemos por un momento cuál es el fin último del enaltecimiento de una tradición basada en la más infame crueldad.

No hay belleza en contemplar cómo siguiendo un procedimiento predeterminado, al que eufemísticamente se le llama ceremonia o ritual, se va dando muerte a un animal con el barreno de la pica, los hierros afilados de las banderillas y finalmente el estoque directo al corazón de un animal agónico, que se asfixia en su propia sangre.

Por supuesto que en esta matanza se omiten por completo todas las normas para el bienestar del animal a la hora de su sacrificio, recogidas en la legislación española, europea y andaluza. Es por eso precisamente por lo que los espectáculos taurinos están excluídos de la ley y porque obviamente, incumplen por completo la Declaración Internacional de los Derechos de los Animales.

¿Puede ser lícito crear afición por un espectáculo cruel y sangriento como son las corridas de toros? ¿Cuál es la verdadera razón de todo este despliegue de medios?

¿Puede el padecimiento y sufrimiento inflingido a un toro o novillo constituir la base de una actividad que por, manipulada en su concepto como algo festivo, culto o artístico, sólo puede ser considerada sucia, depravada y maloliente?

Criar, adiestrar con crueldad y comerciar con un animal sólo para que su muerte sirva de regocijo en un espectáculo público es una gran inmoralidad, quizá la más perversa de todas, pues se realiza sobre el ser más indefenso sólo por el hecho de estar en inferioridad de condiciones.

Una sociedad como la andaluza, que promueve leyes contra el maltrato y contra la violencia de género, se desdice por sí sola, dedicando tantos medios para perpetuar costumbres y tradiciones que, en vez de educar, envilecen cada vez más a los andaluces.

Andalucía no se da cuenta que los tiempos han cambiado y que si quiere ser considerada una Comunidad con un verdadero plan de modernización como ampulosamente proclama, no debe incentivar por más tiempo- y menos con el presupuesto de todos los andaluces- tradiciones tan nefastas como los espectáculos taurinos, pues esto sólo sirve para aborregar y entumecer cada vez más a los andaluces hasta sumirlos en la falta de discernimiento o lo que es lo mismo, en la incultura.

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